Mujer (casi) fatal by Misha Bell

Mujer (casi) fatal by Misha Bell

autor:Misha Bell [Bell, Misha]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Mozaika Publications


Capítulo Diecinueve

El condón tiene sabor a fresa. Los kiwis me parecen sorprendentemente realistas cuando los sostengo, aunque extrañamente separados al no tener escroto. ¿Tal vez habría sido mejor que los metiéramos primero dentro de un globo?

La música se detiene.

Yo sigo adelante.

—¡Para! —Fabio suena irritado.

Yo me aparto.

Él se cruza de brazos.

—¿Qué ha sido eso?

—¿Una mamada?

Él menea la cabeza.

—¿Y dónde estaba el sentimiento?¿Dónde la emoción? ¿Has oído una sola palabra de lo que te he dicho?

Yo meneo el pito de Bill.

—Es difícil que surjan sentimientos y emociones cuando le estás dando placer a un maniquí sin cabeza.

—Entonces piensa en otra persona —me dice—. Tienes imaginación, ¿verdad?

Esa es una buena idea.

Regreso al pito del maniquí, cierro los ojos y me imagino que es a Max a quien se lo estoy haciendo.

Una parte de mí sabe que es probable que nunca vuelva a llamarme, pero eso no es obstáculo para la fantasía... y así de fácil, mi mano es mucho más delicada al acariciarle los kiwis. Chupo la punta, imaginándomelo gimiendo de gratitud, y froto la base con la mano a la velocidad que imagino que le gustaría.

¿Debería estirar la mano y buscar su nuez? No. Fabio me dijo que ese era un movimiento avanzado.

Chupo el kiwi de la izquierda, y después el de la derecha. Metiéndome del todo en situación, lamo el punto por debajo de los kiwis y luego vuelvo a mi pirulí de fresa. Lo introduzco bien adentro, alternando entre despacio y deprisa.

Oigo la voz de Fabio, que me llega como a lo lejos. Vuelve a decirme que me detenga.

Joder. ¿Tan mal se me da esto?

Cuando me aparto, Fabio me está mirando igual que un padre orgulloso.

Hace el gesto de secarse una lagrimilla y dice con una voz que finge quebrarse por la emoción:

—La estudiante ha superado al maestro...

—¿Lo he hecho bien? —Estoy rebosante de orgullo.

—Mejor que algunos hombres que yo conozco —se acerca y le da un toquecito al pene, haciendo que al cimbrearse algo de baba salpique mi cama. Gia le mataría por eso.

—Un cumplido algo dudoso, pero me vale.

Él vuelve a hacer bailar al pene.

—Mi intención es que fuese el mejor...

Fabio no termina la frase porque en ese preciso momento, Machete sale de debajo de la cama de un salto.

Debe de haberse pasado nuestra lección durmiendo, pero ahora ya está despierto.

Despierto, y con impulsos asesinos.

Con las garras desplegadas, destroza el condón del pito de Bill en un abrir y cerrar de ojos. Dos pasadas más de su garra, y el celo que ha puesto Fabio se queda en nada. Ni soy capaz de ver su siguiente movimiento, pero los kiwis están ahora mismo hechos una macedonia.

—¿Está intentando hacerle una cirugía de cambio de sexo? —susurra Fabio, horrorizado.

Machete se vuelve de Bill hacia Fabio, con unas nefandas intenciones en sus ojos felinos.

Machete no es ningún cirujano. Machete es un carnicero. Y ahora, va a despedazar a una zorra.

—¡Gato malo! —grito, agarrando a Machete de una forma especial, una que me permite darle un baño a la malvada criatura sin perder ninguno de mis miembros.



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